Comentario
El poder de Graciano en Occidente descansaba sobre bases bastante frágiles. Los hombres que en esta época parecen influir más decididamente sobre él son el obispo de Roma, Dámaso, y Ambrosio de Milán. De hecho, el emperador se traslada de Tréveris a Milán. La supremacía del obispo de Roma como Papa de toda la Cristiandad es el gran objetivo en esta época y, paulatinamente, va recibiendo un contenido efectivo con la costumbre de los obispos occidentales de requerir la opinión del Papa sobre litigios o problemas religiosos.
Graciano, imbuido de celo religioso, renuncia al título pagano de Pontifex Maximus que había asumido al comenzar su gobierno, confisca los bienes de las Vestales y otros antiguos templos de Roma y prohibe que los antiguos colegios sacerdotales puedan recibir cualquier legado o donación, después de haberlos despojado de todas sus pertenencias. Graciano se convierte en un instrumento de la Iglesia, mientras ésta va acentuando progresivamente su propia independencia respecto al poder temporal. Pero a diferencia de Constantinopla, en Roma la mayor parte de los senadores eran paganos. Una comisión de senadores solicita al emperador la revocación de tales decisiones, pero Dámaso y Ambrosio, a través de Graciano, rechazan cualquier tipo de concesión. Sin el apoyo del Senado y relegado el ejército y las cuestiones militares por Graciano, en el 383 el español Magno Máximo fue proclamado emperador por las tropas de Britania, donde éste había combatido contra los pictos y escotos. Graciano, que se dirigió hacia París para combatir con Maximo, pudo ver como gran parte de su ejército se pasaba al bando de Máximo. En su huida fue detenido y, poco después, asesinado.
Máximo se dirigió a Tréveris y, mientras esperaba la reacción de Teodosio, elaboró una política que implicaba fundamentalmente la adhesión del ejército a su persona. Avivó el sentimiento de romanidad frente a los bárbaros y procedió a la fortificación del limes del Rin. Ante el temor de que Máximo se hiciera con Italia, Ambrosio de Milán, sorprendentemente, se convirtió en valido y mentor de Valentiniano II que, junto con su hábil y experimentada madre, Justina, observaba desde Sirmium el desarrollo de los acontecimientos. Era Justina arriana y, hasta entonces, había favorecido abiertamente a los arrianos. No obstante, durante los últimos años de Graciano y por contraposición a éste, había elaborado una política de favor hacia los senadores paganos que continuó hasta la caída de Máximo.
Ambrosio negoció con Máximo y fue tal vez quien decidió la intervención de Teodosio que, en el 384, se dirigió a Italia. Pero su decisión no fue la que esperaba Justina, ni tal vez el propio Ambrosio quien, poco después, cuando excomulgó a Máximo, se pronunciaba a favor de la guerra contra éste. Teodosio prefirió negociar: España, las Galias y Britania quedarían bajo poder de Máximo en tanto que Africa, Italia e Iliria Occidental pasaban a depender de Valentiniano II. Éste trasladó su corte a Milán.
Es entonces cuando se producen dos acontecimientos de orden diverso, pero significativos: la evacuación romana del muro de Adriano y la zona norte de Britania, que había quedado casi desguarnecida, al trasladar Máximo parte del ejército de Britania a las Galias. La evacuación de esta zona será ya definitiva. El segundo acontecimiento hace referencia a la secta de Prisciliano. Era éste un hispano de Galaecia que había sido nombrado obispo de Avila. La secta que encabezaba era de carácter rigorista y ascética con influencias maniqueas. El conflicto entre los priscilianistas y la Iglesia ortodoxa había traspasado Hispania cuando Prisciliano intentó ganarse el favor de Martín de Tours y de Ambrosio. Un concilio, celebrado en Burdeos en el año 384, condenó a Prisciliano y sus seguidores como maniqueos. Como Prisciliano apelara al emperador, Máximo encargó a Evodio, su prefecto del pretorio, que condujera el proceso. El resultado fue la ejecución de Prisciliano y de cuatro seguidores suyos. Se ha querido ver en esta ejecución un antecedente de la futura Inquisición y ciertamente es el primer caso en el que el poder secular actuó como brazo ejecutor, contemplando la pena capital, de las decisiones puramente doctrinales adoptadas en un concilio.
En el 387 los sármatas atravesaron el Danubio en dirección a Sirmium. La amenaza fue tan grande que Valentiniano II solicitó a Máximo tropas de refuerzo para liberar Panonia. Pero los soldados que Máximo le procuró no se dirigieron a Panonia, sino hacia Milán. Valentiniano y su familia lograron huir hacia Tesalónica. Máximo ocupó Italia. El único apoyo que podía esperar Valentiniano II era el de Teodosio. Este permanecía indeciso o tal vez renuente como de costumbre a emprender una guerra. Fue Justina quien rompió su resistencia. Cuando Teodosio solicita desposar a su hija Gala, Justina le pone como condición iniciar la guerra contra Máximo. Pese a la amplia actividad diplomática desplegada por Máximo, que había conseguido incluso la detección de una parte de las tropas bárbaras de Teodosio, Máximo fue derrotado en el 388 en Aquitania. La historiografía actual ha revalorizado la importancia de este emperador-usurpador hasta el punto de considerar su muerte una nueva torpeza de Teodosio.